Hay días que no entiendo nada, que no entiendo que pasó; y a veces es fácil seguir caminando sin mirar atrás el calendario, pero a veces es imposible, y el peso de esas hojita que vas arrancando, pesan más que un camión de carga sobre los hombros... y lo peor es que a medida que pasan, entiendes menos.
En momentos en que los días corrían llenos de color, llega alguno en que no consigues ni creyones para pintarle cosas encima, y simplemente pasan grises.
Esta semana he tenido bastantes de esos días. Como un domingo lluvioso, donde solo te provoca mirar por la ventana con la mente en blanco, o caminar por un sitio transitado sin que te importe la cantidad de gente que pasa a tu alrededor. Gracias a Dios existen las cafeterías, y el café con leche caliente.