martes, 23 de noviembre de 2010

Como si no tuviéramos suficiente en el Fútbol




Nací en una ciudad de Venezuela, que si bien es pequeña, somos ricos en pasión por el fútbol, gracias a la historia y a los triunfos que nuestro equipo local más grande, el Deportivo Táchira nos ha regalado. Durante años visité el estadio en compañía de mi padre y mis tíos, y continué la tradición con mis primos y, luego de mudarme a otra ciudad, siempre que puedo llevo a mis amigos foráneos para que conozcan una afición que yo comparo con las más grandes de latinoamérica, pero sin embargo, en el resto del país, en los estados que no son andinos, nunca vimos tal aceptación por el deporte de los 90 minutos.

Desde hace algunos años -pocos para ser exactos, dentro una larga historia de nuestro fútbol- se ha venido notando un crecimiento en las fanaticadas y en su apoyo a los equipos de su preferencia; aumentó la asistencia a los estadios y se comenzó a plantear la creatividad de cada barra para aupar a su equipo de una forma diferente. Pero como siempre, los venezolanos tendemos a copiar todo lo que nos llega de afuera, y lamentablemente lo que más copiamos es lo malo, lo que menos nos hace falta.

El día domingo 21 de Noviembre del presente año, se suscitó un gran disturbio dentro del estadio olímpico de Caracas, en un juego entre el Caracas FC -acérrimo rival de mi equipo, el Táchira- y el Deportivo Petare; donde las fuerzas policiales arremetieron contra los fanáticos de forma salvaje y violenta, inclusive arrancando las sillas del estadio, patrimonio de la humanidad cabe destacar, para usarlas como proyectiles contra los asistentes al partido.

No tiendo a postear para hacer denuncias porque no es mi estilo, pero tengo que decir que como amante del fútbol en todas sus expresiones, repudio con asco las acciones de la policía contra los fanáticos, y quiero que eso quede claro; más aún cuando se trata de dañar de forma tan directa las instalaciones de tan prestigiosa e histórica institución como lo es el Olimpico Universitario de Caracas.

Sin embargo, también tengo que ser sincero y dedicarme, como siempre hago, a ver los dos puntos de vista. La policía arremete de forma desmedida contra los fanáticos, y tal cosa no debería ser, pero también es necesario abrir un poco más los ojos, y ver como las fanaticadas de mi país se han convertido en tribus de salvajes que creen que pagando la entrada están en el derecho de destruir y ensuciar el sano y verdadero fanatismo deportivo, cayendo muchas veces en la misma violencia contra los miembros de los equipos visitantes, los miembros de la prensa, las autoridades en el estadio y contra cualquier persona o cosa que se les atraviese en el camino.

Una vez más, algunos -porque no son todos- venezolanos volvemos a copiar la porquería que vemos en otros países porque tenemos la tendencia a pensar que "todo lo de afuera es cool", en vez de aprender de las cosas que se ven afuera y de las repercusiones que este tipo de cosas trae para los equipos de afuera, que también vale mencionar, son equipos de países que económicamente y profesionalmente pueden responder a estas consecuencias.

No digo que estas cosas no pasan en la tierra donde nací, porque tristemente y con mucha vergüenza debo admitir que la fanaticada de mi ciudad natal también cae en estos errores.

En un momento donde debemos construir sobre las bases que el fútbol venezolano nos está regalando con victorias, alegrías y esperanzas, los fanáticos nos dedicamos a destruir lo poco bonito que se ha hecho. A veces pienso que no sabemos ni quién somos, y que no tenemos ningún tipo de identidad propia como venezolanos; la hemos olvidado con las estupideces que copiamos de otros países por esa nueva tendencia de los jóvenes en que el más "cool" es el que más parece un "hooligan".

Aprendamos de las cosas buenas, alentemos a nuestro equipo sin enfrentar a los otros fanáticos en las salidas, salvemos las cosas buenas que vemos en los fanáticos de un clásico Madrid Barcelona, Manchester United y Chelsea o un Inter Milan, pero antes que nada, construyamos una identidad positiva a un fútbol que viene para ser grande, y necesita aficiones que también sean grandes.

Seamos "gente".


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